El Estado y los marginados de siempre - Luis Crisóstomo

Mucho se habla de la soberanía que el pueblo ha delegado al Estado de manera que se tomen las mejores decisiones para el bienestar y la vigencia real de los derechos de los pueblos que integran Guatemala. Quienes vivimos en este territorio, aportamos nuestro voto para elegir a las altas autoridades a quienes se les solicita atender las necesidades y problemas que aquejan a todos.  Todavía confiamos en las instituciones públicas y las buscamos para que nos atiendan con esmero y responsabilidad.  Como pueblo, reafirmamos la necesidad de alcanzar mejores condiciones de vida sin que nadie limite esta responsabilidad de Estado.

Pero no se puede desconocer que para alegría de pocos y desconsuelo de muchos, el Estado de Guatemala tiene más presencia en las ciudades donde atiende medianamente todos los servicios básicos de salud, educación en todos los niveles y justicia por lo menos con distintos tribunales. Se agrega a esto algún esfuerzo por la seguridad de los habitantes, comunicación constante con la ciudadanía y posible coordinación con los poderes del mismo Estado.

El Estado no ha podido descentralizar la planificación y ejecución de los servicios básicos a nivel de municipio y comunidades locales donde es común observar hechos y manifestaciones de miseria, pobreza, analfabetismo, desnutrición y violencia.  Este abandono es medible y hay datos que reflejan esta cruda realidad como efectos de la falta de atención por parte del Estado. Se descalifica y se vuelve a posicionar algo cada cuatro años solo como buenas intenciones y como parte de promesas de los gobiernos de turno. En las áreas lejanas, estos cambios no llegan como noticia o servicio, pero mantienen alguna esperanza en el corazón de buen porcentaje de olvidados en el país. Quienes viven en las fronteras con otros países desean tener algo como tienen los vecinos en salud, educación y desarrollo en general.

El Estado protege las acciones de algunos hijos de la patria en detrimento de la vida de otros. Esto sucede con el uso de grandes extensiones de tierras para actividades agrícolas haciendo uso de recursos escasos como el agua. Se tiene el funcionamiento de industrias que lanzan al aire contaminante que dañan la salud de la población cercana, uso de productos químicos que atentan contra la vida de las personas y de especies que viven en ríos y lagos.  Las actividades de extracción minera crean riqueza para algunos y pobreza en otros debido al poco o nada de efecto para el bienestar de quienes viven en los alrededores.  Las acciones del Estado van de la mano con quienes explotan estos recursos y parte del pueblo marginado vive sin atención. Visto del lado económico hay avances y visto del lado humano, a la par viven los abandonados por las políticas públicas.

Hay pocos avances en relación a la consulta a pueblos originarios acerca de temas que afecten la vida de las personas, la vida de todos los seres vivos y la vida comunitaria. A quienes el pueblo ha delegado el poder para la búsqueda del bienestar común, son los que deciden sin importarles sufrimiento, enfermedad y muerte. A los marginados se les persigue y se les encarcela por defender los derechos a la justicia y a la vida.

En muchas comunidades no llegan los recursos públicos, no hay seguridad en el área rural, los ciudadanos están solos frente la corrupción que campea en espacios públicos locales y falta de apoyo para que las actividades económicas familiares generen lo necesario para sobrevivir.  La invitación es para construir el país incluyente, plural y democrático que todos deseamos.

Ignacio EspañaComentario