¿Y qué país queremos? por Olmedo España

No debemos olvidar que cada uno de nosotros tenemos sueños, ilusiones, metas y sobre la base de esto, construimos la vida misma. Esencialmente no pretendemos hacer daño, ni golpear a otros. Procuramos ser respetuosos y llenarnos de confianza para caminar por este mundo, en santa paz.

Pero algo sucede que nos modifica todo este cúmulo de buenas intenciones. Sería ocioso describir las causas de una complejidad humana, difícil de explicar. Filósofos, teólogos, psicólogos, antropólogos, sociólogos y hasta los que están en el mundo de las ciencias naturales y exactas, nos han dado una enorme cantidad de ideas, escritos, libros para que nos entendamos. Sin embargo, no lo hemos logrado.

Y es el caso de hablar de Guatemala. Toda una historia que está sobre nuestras espaldas. Es lo que nos da identidad, en medio de problemas sustantivos como la marginalidad, la injusticia social, la violencia, la explotación, el envenenamiento de los ríos, la abundancia de la basura, la insalubridad, la escasez de una educación de calidad, la deforestación de las montañas, la desnutrición, el desorden, la suciedad, la corrupción que no para de golpear a un Estado débil y miles de etcéteras. Este es nuestro entorno cotidiano al cual los mismos ciudadanos no le dan atención y que hoy el Covid-19 no sólo desnudó con su crudeza esta realidad, sino que coloco a toda la sociedad en una condición que la obliga como un todo, a empreñar la voluntad de un accionar solidario para solucionar los problemas de fondo.

En efecto, lo qué si tenemos claro, es que somos de aquí, lugar donde nacimos y queremos a este territorio y a sus personas. Cuando nos alejamos a otros países, nos da nostalgia y ansiamos volver, aunque luego nos arrepintamos.

Por ello da tanta cólera que los guatemaltecos no podamos hacer algo para tener un mejor país. Siempre estamos prestos a la crítica, pero aquella que censura y destruye. Le encontramos tres pies al gato como si buscásemos la perfección o   ángeles para que puedan conducir los destinos de millones de almas que deambulamos diariamente en este maltrecho país que se ha quedado muy atrasado en relación a los indicadores que miden la calidad de vida en todas las naciones del mundo. Los gobernantes recordemos, son de “carne y hueso”, llenos de imperfecciones, pero aspiramos para que estas no sean tan inmensas que no se puedan corregir para gobernar inteligentemente y con sensibilidad social, al país.

Entonces me pregunto, ¿hay algo que podamos hacer los ciudadanos de a pie, que al final de cuentas somos la mayoría? Creo que sí, dado que, con sólo no arruinar las vidas ajenas, respetarlas y apreciar lo que hacen bien en lo individual o colectiva, es ya un enorme paso para motivarnos a buscar una mejor sociedad.     

A su vez, también deberíamos rechazar con una gran contundencia a aquellos individuos o grupos que llevan en sus entrañas la maldad y que sólo buscan provecho para ellos, aunque los otros mueran de hambre o sufran las consecuencias del desorden y violencia que causan con su accionar. A estos no sólo debemos señalarlos, denunciarlos, sino protestar para que se conduzcan de buenas maneras y dejen de destruir a nuestro país, que hasta donde sé, es el único que tenemos las y los guatemaltecos.

La respuesta de la pregunta central es, cómo lograr un país ordenado, menos sucio y violento, más alegre, menos desnutrición, más niñas y niños alimentados, inteligentes y creativos, jóvenes con alternativas reales para el cumplimiento de sus aspiraciones, empleabilidad, así como adultos mayores, viviendo con dignidad.

No abordaré todo este enjambre de problemas, sino sólo uno referido a erradicar la corrupción de un sólo tajo. No es posible que este cáncer persista acabando con lo más sagrado que tenemos como lo es la vida humana y nuestro entorno natural. Es una lacra que hoy día es una de las causas centrales de nuestra problemática social. Este mal social alcanza niveles impensables a costa de robarles a miles y miles de personas su propia realización de vida. Cada vez se agudiza más este problema puesto que gobierno tras gobierno roban a manos llenas y no vemos como se pueda atajar.

 Me parece que una salida, consiste en   fortalecer desde el poder ciudadano, al Estado Democrático de Derecho, porque desde el accionar de los politiqueros, se ha demostrado ya, que no es posible. Cabalmente desde 1954 han esquilmado al Estado y como dice el dicho popular, tanto va el cántaro al agua, que al fin se rompe.  

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Ignacio EspañaComentario