Vocación docente (2) - Juan Callejas

Cuidar el Alma como causa ultima de la docencia, puede ser el concepto inspirador sobre el que, al profundizar en el mismo, podamos encontrar esa posibilidad necesaria de una “causa inspiradora” que mueva la vocación de los que voy a llamar, “nuevos docentes” en Guatemala. Porque si de algo hay que estar claros, es que, quienes se apunten a ser parte de esta “nueva docencia”, partiendo de una vocación clara para su vida en esta dirección, la misma, debe tener una razón, un con sentido mayo para la vida, una causa mayor que le mueva en lo individual y en lo colectivo.

Es hacia esto, creo, hacia donde apuntaba el fraile Martin Lutero en 1523, padre de la reforma protestante, cuando señalaba: “¿De que nos servirá poseer todo, hacer todo, ser santos incluso, si descuidamos lo que constituye la razón fundamental de nuestra existencia, es decir, el cuidado de los jóvenes?. Hasta me atrevo a opinar que, ante los ojos de Dios, ningún pecado externo del mundo pesa tanto ni ha ganado castigo tan terrible como éste que cometemos con los niños al no educarlos.”

Y es que, sea usted o no creyente del pensamiento cristiano en cualquiera de su expresiones y aun se confiese ateo o agnóstico, no creo que pueda estar en duda alguna sobre el infierno que vivimos hoy en todas las latitudes de nuestro mundo globalizado, consecuencia de haber en gran medida abandonado el cuidado y atención necesaria en la ineludible tarea de la educación de nuestros hijos. Esto desde el hogar y luego en la estructura de la sociedad intermedia que hemos creado libre y voluntariamente, todos actores del proceso educativo de las presentes y futuras generaciones.

Hoy, cualquiera que sea la condición social, económica y política de nuestras naciones, desde la mas rica hasta la mas pobre; desde la mas democrática y republicana, hasta las sociedades que viven bajo regímenes exóticos, dictatoriales o personalistas, el abandono a esta tarea educativa en libertad, ha sido de tal magnitud que la deformación, mal formación o la ausencia de alguna formación en las presentes y futuras generaciones, apunta hacia la amenaza misma de la existencia del ser humano sobre la tierra. ¿Cómo pueden entender la ideología de genero y sus peligros, quienes no han recibido educación suficiente para entender tamaña monstruosidad?

En el mismo documento escrito por Martin Lutero y dirigido hacia “Los Magistrados de todas las ciudades alemanas para que construyan y mantengan escuelas cristianas” hace las siguientes preguntas:

“¿quien va a solucionar y problema cuando los padres no hacen nada?. ¿Habrá que dejarlo de lado y abandonar a los niños?. ¿Cómo podrán justificar el consejo y la autoridad que nada de esto les afecta?. Porque puede haber motivos múltiples que le impidan a los padres cumplir con esta obligación. Primero: Hay muchos (padres) que podrían cumplirlo, pero no son suficientemente justos y consientes de su deber como para hacerlo. Se comportan como los avestruces por la dureza con que tratan a sus pequeños, creen que basta con poner los huevos y engendrarlos y de ahí, no pasan. Ahora bien, tales niños tienen que vivir bajo nosotros y entre nosotros en la comunidad ciudadana; ¿Cómo va a tolerar la razón, mas importante, la caridad cristiana que crezca sin educación alguna, como veneno y canalla para los niños restantes, y que, en consecuencia, se llegue a corromper toda una ciudad, como paso con Sodoma, Gomorra, Gibea y con tantas otras ciudades?”. Algo de esto pasa ya bajo nuestro ojos en Guatemala.

¿Se pide mucho?, es acaso utópico o imposible de hacer. No lo creo. Mucho se dice, se habla y afirma que antes, sí, hace unas cuantas décadas, existían en nuestra sociedad, padres que sabían ser padres, madres que sabían ser madres, abuelos y abuelas que lo sabían ser, así como maestros y maestras que ejercían con pasión, placer y amor la noble tarea de educar el Alma y la mente de nuestros niños. De esto, pude darme cuenta en una linda experiencia personal reciente.

La experiencia vivida el pasado 11 de agosto del 2018 en la presentación del poemario: “Acuarelas de mi vida”, me demuestra por medio de Gladys Navas, su autora; la vida de una  maestra graduada del Instituto Normal para Señoritas Centro América – INCA – y el alcance de su magisterio, llegando a la edad de 82 años a cumplir con un sueño personal que rubrica su vocación de vida al servicio de su sociedad y lo expresa en el cierre de su poema “Yo soy…la acuarela de mi vida”. Una mujer, maestra y amante de su ministerio de vida, alcanzando metas inspiradoras.

Gladys Navas, para quienes no lo saben, es madre de tres mujeres y un varón, Jany, Gladys, María Antonieta y Fernando, sus tesoros de vida, sus perlas preciosas que le han ayudado a atravesar sus senderos, con la frente altiva, coronando su cabeza con laureles de victoria. (cito parafraseado parte de su dedicatoria en el libro. Ella es la madre de la Licenciada María Antonieta de Bonilla, destacada profesional guatemalteca de las ciencias económicas, consultora en su campo de experiencia para organismos internacionales y ex presidenta del Banco de Guatemala.

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Ignacio EspañaComentario