Vocación docente - Juan Callejas

En mi experiencia personal, viniendo de madre con vocación docente y hermanos y hermana que también han vivido este mismo y fuerte llamado en su vida, trasladado luego a algunos de mis hijos e hijas que también disfrutan enseñar, además de mi vida dedicada en parte a la docencia universitaria, no puedo menos que tener clara la realidad de que en este ejercicio de enseñanza, existe un claro y profundo llamado en su ejercicio. Eso que llamamos vocación.

Estoy convencido que todos los seres humanos venimos dotados de dones e inclinaciones naturales y universales, es decir que están en todos por diseño del creador y por supuesto, se presentan las llamadas excepciones a la regla. Ser padre o madre, por ejemplo, es un don natural que viene biológicamente instalado y con ello, acompañado del don de la enseñanza, puesto que Dios no nos daría la obligación de “instruir al niño en su camino para que cuando sea grande no se aparte de El”. La vocación de padre o madre viene acompañada de la vocación de enseñar y estas dos vocaciones, son para todos, es decir, universales.

Hay, vocaciones que se desarrollan en la cultura, es decir, se aprenden y disfrutan igual en el proceso de la vida. En mi carrera profesional, por ejemplo, nunca pensé ser mercadologo y menos aun ser publicista y luego abrirme al mundo del periodismo de opinión y convivir en medio un mundo tan grande como es el de las comunicaciones masivas, hasta llegar al ámbito de lo social y lo político, donde se ocupan espacios de incidencia en la nación, muy significativos.

La vida me puso esto en el camino, lo aprendí en su parte técnica, lo conviví en ámbitos empresariales a nivel nacional e internacional de trabajo. Me identifique con el nivel de significado que ha tenido mas allá de ser solamente una fuente de trabajo, en el que he hecho mucho de lo que me ha gustado y en donde además me han pagado y pagado bien. Esto para mi, ha sido una vocación culturalmente desarrollada.

Es por esto por lo que estoy convencido, a partir de mi experiencia empírica, que, tanto por don natural como por adopción cultural, podemos tener una vocación definida hacia el magisterio docente, hacia la enseñanza, hacia el servicio a la humanidad vía la educación. La diferencia creo esta en la pasión, la intensidad, la convicción con que se hace, muy por encima del monto de dinero que representa para vivir. Por supuesto, esto no entra en conflicto con la idea de que, si se cuenta con una buena remuneración para vivir con dignidad, cuanto mejor.

Martin Lutero, el padre de la Reforma Protestante, en su escrito bajo el titulo: A Los Magistrados De Todas Las Ciudades Alemanas Para Que Construyan Y Mantengan Escuelas Cristianas (1523), muy claramente expresa una idea inspiradora de esta vocación que por la educación hemos de tener y que quizá hemos perdido de cara a un mundo educativo de consideraciones muy mercantilistas, utilitaristas o economicista.

Dijo Lutero: “Es indudable, como lo dice el Evangelio, que el Estado Clerical resulta peligroso para nuestros hijos; por eso, y por favor, decidnos otra manera, otro sistema, que, al mismo tiempo que agradable a Dios sea saludable para nuestros hijos. Porque, de verdad, nos gustaría mucho cuidar, no solamente del estomago de nuestros queridos niños, sino también de su Alma.”

No creo equivocarme que seguir guiando a nuestros docentes bajo la premisa únicamente de enseñar para lograr cuidar “el estomago” de sus alumnos, deja de ser inspirador de una vocación en desarrollo, la vocación demanda causas mayores y significativas para el efecto de la docencia y “cuidar el Alma” de nuestros niños y jóvenes, sin ser religiosos, es el aporte de Lutero en este pensamiento.

upload.jpg
Ignacio EspañaComentario