Juan Gregorio - Levítico 18:22

EL HOMOSEXUALISMO, EL ADULTERIO, LA FORNICACIÓN, EL INCESTO, EL AYUNTAMIENTO CON CUALQUIER ANIMAL ES ABOMINACIÓN A JEHOVÁ (Levítico 18:22).

Los habitantes del pueblo de Israel, en el tiempo del Antiguo testamento, que caían en cualquiera este pecados horrendos, según la Palabra de Dios en este capítulo de Levítico, eran sentenciados con la pena capital. En los versículos  del 24 al 30 de este mismo capítulo, dice que: todas las tribus de Canaán que fueron conquistadas por los israelitas, (comandados por Josué), fue como castigo por esta conducta abominable delante de Jehová. Y le hace la advertencia al pueblo de Israel que, si ellos caían en estos mismos pecados, ellos correrían  también la misma suerte; otras naciones los conquistarían a ellos también.

En el pueblo de Israel, en tiempo de Antiguo Testamento, no había homosexuales, porque, en ese entonces, el hombre que resultara con este comportamiento, era muerto a pedradas. Esa misma ley era aplicada a las mujeres lesbianas.

Pero, esa ley de pena capital para estas conductas abominables delante de Jehová, era aplicada solamente en el pueblo de Israel, porque este era el pueblo de Dios, y el pueblo de Dios debía ser luz a las naciones.

En los países vecinos, tales  como Grecia: el homosexualismo era considerada como algo normal tanto entre hombres como entre mujeres. Hasta el gran filósofo Sócrates, quien disertó sobre la inmortalidad del alma, según nos lo narra su discípulo Platón, era homosexual.

Siglos después, cuando el pueblo de Israel ya era una sociedad sedentaria en el territorio de Canaán, dice la Biblia que, también cayeron en estos pecados abominables; razón por la cual fueron castigados, como Dios se los había advertido. Las diez tribus de Israel del norte, fueron llevados cautivos por los asirios en el año 721 antes de Cristo; y las dos tribus del sur, Judá y Benjamín, fueron llevadas cautivas a Babilonia en el año 586  antes de Cristo.

Actualmente vivimos en la misma sodomía. Conforme va abundando la población mundial, va abundando la inmoralidad sexual también. Hace 50 años, a los homosexuales se les miraba solamente en las cantinas; y de vez en cuando, uno que otro en las calles con comportamiento narcisista. Pero, actualmente los vemos manifestando por miles en las ciudades granes, incluso en la ciudad de Guatemala, reclamando derechos civiles, de poderse casar hombre con hombre.  Hasta en el pueblo de Israel actual, hay movimientos que apoyan derechos civiles para los homosexuales.

Lo más lamentable es que toman una actitud repulsiva en contra de la sociedad, de la Iglesia cristiana y en contra de Dios. Lanzan imprecaciones en contra de Dios y de su Iglesia, porque ellos creen que Dios no los ama, mucho menos su Iglesia. No se ponen a pensar que si Dios no los amara, hace mucho tiempo que hubieran sido consumidos. Dice en Lamentaciones 3:22 que, “por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos.”    Pero, no solo los homosexuales, sino también los fornicarios, los adúlteros, los asesinos, los narcotraficantes, los drogadictos, los borrachos, los ladrones, etc. Dios tiene una gran longanimidad para con todos, porque no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (II Pedro 3:9).

Sentir atracción sexual por una persona del mismo sexo, es un problema serio. No es normal. Lo normal es sentir atracción sexual por una persona del sexo opuesto. Quizá pueda haber herencia genética en esto, no lo sabemos. Lo interesante es que entre los animales no se ha manifestado este fenómeno.

El homosexualismo como los demás pecados, no es culpa de Dios sino del hombre, porque es el hombre que se ha alejado de Dios. Y, por haberse alejado de Dios, hace cosas vergonzosas que no convienen, “cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza…” (Romanos 1:26-32).  Pero, a pesar de todo, Dios te ama, y te quiere ayudar para que puedas entrar al reino de Dios. Pero tienes que entrar por la misma puerta, por el mismo proceso como cualquier otro pecador: reconocer que eres  pecador, confesarlo delante de Dios, y pedirle perdón. Y, si después de hacer esto, el problema siempre está allí, busca ayuda médica. Pero el miembro genital que tengas, ya sea de hombre o de mujer, es lo que debe determinar el sexo que tú debes ser, porque, según la Palabra de Dios, no hay un tercer sexo. Tú mereces vivir una vida en plenitud, y no una vida amargada y confundida. Si tú haces esto, Dios te ayudará, no solamente a resolver tu problema físico y mental, sino que también tendrás, según palabras de nuestro Señor Jesucristo, vida eterna.     

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