EL PORVENIR DE LA UNIVERSIDAD por Olmedo España

Desde las conferencias mundiales de la educación superior, convocadas por UNESCO e investigaciones académicas dedicadas el tema de la universidad, han buscado respuesta acerca de su porvenir.

Las respuestas son diversas, porque la universidad ha dejado de ser la que algunos conocimos en la segunda mitad del siglo veinte. Lo que si prevalece y presumo que se mantendrá por largos años, es la capacidad de pensar diferente. El concepto de libertad de cátedra está presente como necesidad ineludible del quehacer académico, pero ahora importa como tema central para el siglo xxi, el acceso a una educación superior con calidad educativa tomando en cuenta esencialmente los nuevos mercados labores y las exigencias que se tienen al respecto.

Claro que el sentido de pensar diferente o del pensamiento crítico, es lo que hace en palabras del filósofo alemán Martin Heidegger considerar a la universidad como “la conciencia crítica de la sociedad”. Si a la universidad se le despoja ese sentido de criticidad, ésta queda desprotegida porque las ideas son libres en su construcción y expresión. Recordemos que desde sus orígenes en la edad media, se dio el nombre de “universitas” que significa diversidad de saberes, valores, criterios y conceptos.

Ahora vivimos un mundo en el cual los saberes se multiplican exponencialmente, y como afirmó el pensador inglés Bacon y lo ratificó el futurólogo Alvin Tofler la “información es poder”. Significa que la universidad está compelida a incorporar los nuevos conocimientos y convertirse en la vanguardia de la innovación. Las metodologías deberán de cambiar para privilegiar los aprendizajes que conduzcan a la democratización del conocimiento, para que los estudiantes se acerquen con facilidad a este basto mundo de saberes para no quedar como dice Carlos Fuentes, en el último vagón.

Los buenos maestros, siempre encontraran en este escenario cómo alcanzar sus propósitos pedagógicos. Comparto que los buenos profesores asumen que el aprendizaje tiene poco sentido, sino es capaz de producir una influencia duradera para que la persona piense y actúe, lo que se logrará en “entornos para un aprendizaje crítico natural”. En el fondo, lo docentes procuran mostrar gran confianza en los estudiantes, a fin de que éstos compartan abiertamente su aventura intelectual. La base es el conocimiento que tiene el mismo profesor y la manera de simplificar y clarificar conceptos complejos.

Significa que el porvenir de la universidad se cifra en el hecho de colocar al estudiante como sujeto central de su quehacer para lograr un compromiso de ellos con “la clase y el aprendizaje”. A su vez, “aprender fuera de clase” y lograr enseñarles a comprender, aplicar, analizar, sintetizar y evaluar evidencias y conclusiones.

Esto es lo que significa la democratización del conocimiento, la educación con calidad y el derecho a pensar diferente. O sea, el derecho a debatir con objetividad la diversidad de criterios y formas de comprender la vida, la cultura, los valores, la ciencia, la tecnología. Desde las conferencias mundiales de la educación superior, convocadas por UNESCO e investigaciones académicas dedicadas el tema de la universidad, han buscado respuesta acerca de su porvenir.

Las respuestas son diversas, porque la universidad ha dejado de ser la que algunos conocimos en la segunda mitad del siglo veinte. Lo que si prevalece y presumo que se mantendrá por largos años, es la capacidad de pensar diferente. El concepto de libertad de cátedra está presente como necesidad ineludible del quehacer académico, pero ahora importa como tema central para el siglo xxi, el acceso a una educación superior con calidad educativa tomando en cuenta esencialmente los nuevos mercados labores y las exigencias que se tienen al respecto.

Claro que el sentido de pensar diferente o del pensamiento crítico, es lo que hace en palabras del filósofo alemán Martin Heidegger considerar a la universidad como “la conciencia crítica de la sociedad”. Si a la universidad se le despoja ese sentido de criticidad, ésta queda desprotegida porque las ideas son libres en su construcción y expresión. Recordemos que desde sus orígenes en la edad media, se dio el nombre de “universitas” que significa diversidad de saberes, valores, criterios y conceptos.

Ahora vivimos un mundo en el cual los saberes se multiplican exponencialmente, y como afirmó el pensador inglés Bacon y lo ratificó el futurólogo Alvin Tofler la “información es poder”. Significa que la universidad está compelida a incorporar los nuevos conocimientos y convertirse en la vanguardia de la innovación. Las metodologías deberán de cambiar para privilegiar los aprendizajes que conduzcan a la democratización del conocimiento, para que los estudiantes se acerquen con facilidad a este basto mundo de saberes para no quedar como dice Carlos Fuentes, en el último vagón.

Los buenos maestros, siempre encontraran en este escenario cómo alcanzar sus propósitos pedagógicos. Comparto que los buenos profesores asumen que el aprendizaje tiene poco sentido, sino es capaz de producir una influencia duradera para que la persona piense y actúe, lo que se logrará en “entornos para un aprendizaje crítico natural”. En el fondo, lo docentes procuran mostrar gran confianza en los estudiantes, a fin de que éstos compartan abiertamente su aventura intelectual. La base es el conocimiento que tiene el mismo profesor y la manera de simplificar y clarificar conceptos complejos.

Significa que el porvenir de la universidad se cifra en el hecho de colocar al estudiante como sujeto central de su quehacer para lograr un compromiso de ellos con “la clase y el aprendizaje”. A su vez, “aprender fuera de clase” y lograr enseñarles a comprender, aplicar, analizar, sintetizar y evaluar evidencias y conclusiones.

Esto es lo que significa la democratización del conocimiento, la educación con calidad y el derecho a pensar diferente. O sea, el derecho a debatir con objetividad la diversidad de criterios y formas de comprender la vida, la cultura, los valores, la ciencia, la tecnología.

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Ignacio EspañaComentario