. . .LEVÁNTATE A SU ENCUENTRO PORQUE TIENES DERECHO DE ABRAZAR A TU HIJO. . . Por Daniel Matul Morales

Desde el año de 1922, en Guatemala, habían surgido iniciativas para que se celebrara el día de las Madres, no fue sino hasta  el 1 de octubre de 1968, que el Congreso de la República, mediante el decreto ley No. 1794, declara el 10 de mayo de cada año, Día de la Madre.  La reflexión la hallamos de la manera siguiente: CONSIDERANDO: Que la madre es el fundamento de la familia y que de ella parten los principios morales y las normas espirituales que rigen en todos los pueblos civilizados; CONSIDERANDO: Que es deber del estado distinguir la maternidad dedicando un día del año a su exaltación en toda la República, con el objeto de fortalecer en la conciencia de los guatemaltecos su alta significancia espiritual, como fuente de perpetua inspiración.

Seguramente, la Madre constituye la médula espiritual de la humanidad entera, que se rebela al ser falto de espíritu, desenmascara el interés egoísta, carnal y materialista. Al respecto, entre 1918 y 1923, nuestro Premio Nobel de Literatura, Miguel Angel Asturias, en su libro “Sien de Alondra”, escribe, quizá, adormecido en la ternura de su experiencia,  el hermosísimo poema “Es el Caso de Hablar” que, emocionados compartimos el día de hoy.

ES EL CASO DE HABLAR

Madre, te bendigo porque supiste hacer

de tu hijo un hombre real y enteramente humano.

Él triunfará en la vida. Se marcha y es el caso

de hablar de su regreso. Cuando veas volver,

en un día de fiesta, un viador que en la mano

luzca preciosas joyas y haga notorios paso

y ademán -¿insolencia, dinero o buena suerte?-;

no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.

Madre, si mirando el camino se acongoja tu alma

y tras la tapia asoma entonces un caminante

que trae gran renombre, espada poderosa,

ceñidas armaduras, en la frente la palma

de la victoria, y gesto de sigamos adelante,

por mucho que eso valga vale muy poca cosa

el poder de la espada, el oro y el renombre;

no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.

Madre, si aspirando el aroma de una flor

en un día de otoño gris y meditabundo

oyes que alguien te llama y te dice: ¡Señora,

allá por el camino viene un gran señor

del brazo de su amada, conoce todo el mundo,

en la pupila clara trae la mar que añora

y en su copa de mieles un sabor de aventura!;

no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.

Madre, si en el invierno, después de haber cenado,

estás junto al bracero pensando con desgano,

oídos a la lluvia que cae sobre el techo,

y en eso, puerta y viento... Es alguien que ha entrado

descubierta la frente y herramienta en la mano,

levántate a su encuentro porque tienes derecho

de abrazar a tu hijo, de quien hiciste un hombre

que vuelve de la vida con el jornal ganado.

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Imagen de Miguel Angel Asturias. Tomada de Biografías y Vida. La Enciclopedia Biográfica en Línea.