Embolsonaro, la venta del Amazonas por Julio Hernández Estrada

En Guatemala, embolsar, es poner en bolsas algo. O bien, embolsarse algo, es robarlo. El presidente de Brasil, y su justificación que los ecologistas exageran las cifras de deforestación del Amazonas, para el otorgar, concesiones de explotación a diestra y siniestra. ¿Qué pasará con los bosques, los animales, las tribus que habitan el Amazonas? El capitalismo a ultranza, su voracidad, no le importa las consecuencias del territorio de reserva natural, más grande del mundo, el pulmón de la tierra. La riqueza en biodiversidad, es incalculable, invaluable, única. La ética, esta ausente en la decisión y en la cabeza de Bolsonaro. Obviamente, las bolsas personales, se llenarán a más no poder, de comisiones. La conciencia de Bolsonaro, estará tranquila, porque no tiene piedad, ética ni moral. ¿Qué dice el pueblo de Brasil? Hasta ahora, no mucho. Los seguidores del presidente, aplauden inconscientemente. Mañana, llorarán. Como es evangélico, o al menos, juega con ello, dirá, “De los arrepentidos es el reino de los cielos”. 

Algunas tribus amazónicas, han estado ganando pequeñas batallas, en las cortes brasileñas, para que no entren grandes compañías internacionales petroleras. ¿Cuál es la riqueza del Amazonas? Principalmente, biodiversidad, y como reserva natural, para el mundo. Seguidamente, quizás petróleo, minerales, campos para explotación agropecuaria en grandes extensiones, para monocultivos, con consecuencias en la explosión de plagas y enfermedades. El régimen de lluvias, obviamente, cambiará. Habrá menos evaporación, nubosidades, calentamiento, sequías, mayor uso de plaguicidas, asentamientos humanos, hacinamientos, enfermedades transmisibles, etc. En pocas palabras, una catástrofe anunciada. 

El gobierno de Bolsonaro, será, como todos, efímero. Dar marcha atrás, reparar el daño, tomaría siglos. Toma 100 años formar un centímetro de suelo, especialmente en climas tropicales. Cualquier cálculo de alteración del hábitat, quedaría corto. Hay fenómenos que no se conocen, porque nunca ha sucedido una calamidad, como esa. Entre la ignorancia y los gritos de protesta de ecologistas, se apagan las noticias, mediante la manipulación mediática, se minimizan las probables consecuencias, se apagan y ahogan las voces disidentes, desaparecen líderes, columnistas, escritores que protesten formalmente. O bien, se compran, a precio de subasta, liquidación. De nada sirve, ponerse triste, ver para otro lado, distraer la mente, apaciguar emociones, o llorar en silencio. Bolsonaro, avanza, diciendo que es decisión de Brasil, pero en realidad, es decisión de él. Quizás, detrás de él, siempre han existido las grandes corporaciones brasileñas y mundiales, empujando, pidiendo y exigiendo concesiones, grandes extensiones de tierra, que una vez concedidas, arrasaran rápidamente, para evitar protestas mayores. Todo será como un rayo, se iluminará el cielo, con cada árbol caído, mono muerto de hambre, caimán sin ecosistema, tribus sin entorno, tierras sin lluvias, lodos secos, resquebrajados por el intenso sol, tornados de polvo, que obscurecerán el cielo, mientras el Señor Bolsonaro toma coca cola en la Casa Blanca, con Donald Trump y sus sociedades secretas. Pronto sabremos de una torre Trump a la orilla del Rio Amazonas. El símbolo de las gasolineras Shell, Texaco, Esso, etc., en todo el territorio Amazónico. Gabriel García Márquez diría: “Crónica de una muerte anunciada”. 

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