El frío no está en las cobijas por Olmedo España.

Normalmente me inclino por escribir artículos de carácter reflexivo. Me niego a mostrar las entrañas de los males de nuestra sociedad, a sabiendas que son lacerantemente abundantes. Además veo con tristeza que no hay voluntad alguna en el país, para  resolver esta dramática realidad curtida de tantísimos problemas. 

Sin embargo,  hoy que estamos a punto de la  celebración de la elección de las autoridades del poder ejecutivo, me saltan a la vista, los peligros que se ciernen, ahora más agudos, sobre nuestra patria. Cabalmente el día de ayer al caminar por el parque central de la ciudad capital, pase junto a unas mujeres migrantes que con cigarro en mano, conversaban en un idioma que no me sonó a mis oídos. 

Ciertamente la humanidad entera ha sido migrante desde que el ser humano empezó a crecer y sus formas de autodefensa frente a una naturaleza inhóspita lo hicieron caminar. Asimismo, en la medida que se asentó en un lugar y se apropió de su espacio, lo cuidó frente a extraños  generando el sentido de identidad de grupo y desconfianza hacia los otros. 

Los seres humanos han seguido migrando en búsqueda de mejores condiciones: comida, techo y seguridad. Hoy le ha tocado desde el siglo diez y nueve, a Estados Unidos en donde miles de familias de diferentes partes del mundo han llegado en búsqueda de refugio y de un sueño por cumplir. Evidentemente los gobernantes empiezan a tomar conciencia de los peligros que se ciernen sobre su propia seguridad interna y están actuando, no importando atentar contra la dignidad de las personas.

Latinoamericanos, africanos, chinos, entre otras diversidades de pueblos del mundo, van en búsqueda del “sueño americano”. En medio de esta marejada de personas, surgen los violadores de los derechos fundamentales del hombre y la mujer para atajar  en el camino a niños, mujeres y hombres, para que no lleguen felizmente a su destino. Y es ante este fenómeno dramático y complejo, al cual nos enfrentamos hoy los guatemaltecos. 

La encrucijada consiste que el gobierno norteamericano ha planteado públicamente sus intereses y el nuestro, está frente a esta situación en condición de ambigüedad, dado que cualquier camino que tome, de todas maneras será adverso. De ahí que la reflexión que debe hacerse,  consiste en vernos a nosotros mismos como sociedad y como nación, y empezar de esa manera, a solucionar los problemas centrales como la desnutrición infantil, el desempleo, la producción de alimentos, el combate al cambio climático que ya trajo grandes estragos como degradación de los suelos, falta de lluvia, así como contaminación irracional de los mantos de agua dulce.

Si no logramos sortear los peligros que se ciernen sobre nuestra patria con salidas propias y genuinas, sin fijarse ya de cómo el gobierno de Estados Unidos está tratando de resolver sus propios problemas como el de la migración, no podremos tener salida alguna. No nos corresponde contribuir a resolver los problemas de los gringos, porque ellos mismos siempre lo han hecho. Urge entonces que los dos candidatos presidenciales nos digan sin “tapujos” su pensamiento de cómo van a contribuir a resolver el nivel agudo de conflictividad social que se vive en Guatemala. Caso contrario, nos vamos a seguir ahogando en el vaso de agua de las preocupaciones de un país que no es el nuestro. Ellos tienen sus problemas y nosotros los nuestros. Resolvamos los de acá.

¿Y cuál es una de esas salidas? Seguro cortar el chorro de las causas que determinan la migración para construir una sociedad segura, con empleo, respeto, tolerancia, inclusión, estudio, innovación, emprendimiento,  cumplimiento del derecho a la alimentación y combate frontal para evitar que el cambio climático siga haciendo estragos en la vida de cada uno de los que vivimos en este asoleado y golpeado país.     

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