Plan de acción de Guatemala por Cristóbal Pérez-Jerez

La CEO de Microsoft, Satya Nadella, inicia una nueva ronda de manifiestos con el fin de reorientar al mundo y sacarlo del caos en que vivimos en la actualidad. En su prefacio al libro Shaping the future of the fourth industrial revolution, del no menos elocuente Klaus Schwab, menciona que las grandes corporaciones que dirigen el mercado mundial en la actualidad apuestan por la convergencia de las mezclas de tecnología y realidad, la inteligencia artificial y la computación cuantitativa.


No hay tiempo para más. Sí un país quiere seguir adelante, y alcanzar el desarrollo tiene que considerar invertir en educación y nuevas habilidades para toda su población, combinando la nueva educación con las innovaciones tecnológicas que avanzan en el mundo. Insiste la líder Nadella que la nueva materia prima esencial para la economía de la cuarta revolución industrial es el software. La nación que no enseñe a toda su población a generar software y apps se quedará rezagado. Especialmente que este insumo es como el maná del cielo o la pomada canaria. Genera un acelerado crecimiento de la economía y acerca cada vez más a los sectores público y privado como un componente que integra a la nueva sociedad.


De igual manera la poderosa Christine Lagarde, gerente del FMI, con la frialdad de una visión estratégica ha puesto sobre la mesa de la conducción del mundo su Agenda mundial de políticas. Documento en que la señora Lagarde explica que es lo que hay que hacer para salvar y enrumbar al mundo de una manera racional.


Ya puestos en el tema de otear el futuro, para ver por donde van los países de Centroamérica, en este maremágnum internacional, vamos a seguir la Lagarde, con el fin de comprender sus propuestas y tropicalizarlas para que sirvan en la región del centro de América. 


Lo primero es que la apertura comercial, la cooperación internacional y el crecimiento económico no han rendido los frutos esperados. No porque no surjan beneficios, sino porque en esta región en particular esos beneficios no se comparten adecuadamente. Lo cual genera pobreza, analfabetismo, desnutrición y desconfianza en las instituciones. Lo que está llevando a que la población mundial no confíe en un sistema que provoca exceso de riqueza e incremento de la miseria en la población.


Los riesgos para la convivencia humana están creciendo. Los rápidos avances tecnológicos llevan a utilizar el conocimiento en favor de una minoría supermillonaria, el cambio tecnológico hace que las máquinas sean más inteligentes y generen incertidumbre sobre el futuro del trabajo; el rápido crecimiento poblacional, que se acerca a los 8 mil millones de habitantes para un pequeño planeta que ya no los soporta, pone en duda los fundamentos del llamado humanismo, que ha resultado exagerado para la convivencia. Además de la consciencia de la degradación del ambiente por la acción humana y el cambio climático que destruye las condiciones de vida.


Aquí surge la polémica. Los antiguos Estados en crisis no pueden enfrentar en solitario estos agudos problemas. Y tampoco se pueden resolver multilateralmente; pues existe desconfianza de la sinceridad de que otros países actúen de buena fé para proteger la seguridad internacional y los recursos de la naturaleza.


Nacionalmente, los grandes Estados imponen su ideología y formas de pensar. Los Estados dependientes se debilitan y tienden a erosionarse. Los grandes Estados también han perdido estabilidad y están al borde del fracaso. ¿Qué camino tomar? ¿Cada país debiera defenderse como pueda, y luego buscar acuerdos regionales?, o bien ¿debemos confiar en una solución multilateral? Son las incógnitas que amenazan a la humanidad y su deleznable control de la Tierra.


La acción humana genera costos y beneficios. El problema es que los beneficios se concentran en un pequeño grupo de gente dentro de las naciones y en un más reducido grupo de países a nivel mundial. Y todos dudan de que los demás actúen abierta y lealmente. No se comparten ni los beneficios ni los costos de la destrucción del planeta y las sociedades.


Según Lagarde, el “concepto de un nuevo multilateralismo se basa en tres ámbitos de acción”.


1Políticas internas, nacionales, que refuercen una visión compartida de futuro con base en respeto al Estado de derecho, la justicia y el financiar la educación y la salud. Promover oportunidades para todos sería lo esencial. En el marco de Estados fallidos, antes ubicados en el tercer mundo, pero que ahora se ha generalizado a las naciones desarrolladas que también notan que su credibilidad se apaga.

2Establecer unas relaciones más igualitarias entre las naciones. Un objetivo bondadoza que choca con la realidad de un mundo disfuncional dividido en una enorme diferenciación de creencias religiosas, culturas antagónicas, desarrollos promedio distorsionados y desarrollos tecno-militares sin futuro.

3Considerar que todos los países seres ciudadanos de una democracia racionalmente capitalista.


Esta es la realidad y tenemos que construir nuestra propia agenda, con el fin de generar un Estado nacional fuerte y con visión de futuro, para negociar la salvación del planeta. ¿Podrá Centroamérica dar forma a un futuro mejor?

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