Cristóbal Pérez-Jerez - Los fantasmas del pasado

Pocos seres pueden cumplir su sueño de regresar al pasado, y recomenzar sus experiencias para mejorarlas. Hay una región en la Tierra que no para de repetir, una y otra vez, su misma historia. El mes de agosto, con su inicio de temporales y huracanes, también ha repetido una vez más la historia de los países latinoamericanos. Lea usted las noticias que se difunden en el mundo, y puede estar seguro de que ya las leyó en 1940, 1970, 1980 y 2001. “Argentina al borde del colapso financiero, con una devaluación acelerada y cercana al corralito por la fuga de capitales”, “Honduras en paro general por la insistencia del presidente electo por fraude que quiere reelegirse por cualquier medio”, “Nicaragua bajo la represión del ejército particular de un tirano, que se adueña de los medios de producción”, “Costa Rica al borde de la quiebra del gobierno central por la incalculable deuda pública”, y así suenan las noticias de todo un continente en pena.

Alguien dijo una vez: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado.” Solamente que ese pasado no existe para los latinoamericanos. El pasado es siempre el presente.

El mundo está de nuevo ante una encrucijada. Consolidar la democracia, con el objetivo de una visión del desarrollo que permita el mayor bienestar humano con un límite claro de protección del resto de especies que aún no han sido eliminadas por el ser humano. O caer en el caos del crecimiento exponencial de los seres humanos y la muerte anunciada de la vida en la Tierra.

La sociedad puede elegir entre consolidar la democracia o la orientación hacia los extremismos ideológicos que buscan la confrontación vía el fanatismo religioso, ideológico o político. No debiéramos conjurar los espíritus del pasado, sino construir valores de respeto a la naturaleza, equidad, resiliencia y solidaridad con la sociedad y la naturaleza.

Jimmy Morales, tuvo en sus manos generar un cambio histórico. Acogerse a las decisiones legales de la Cicig, Ministerio público y Congreso de la República, o cerrar las puertas de sus detractores. No importa la decisión tomada, marcaría su visión de futuro o su apuesta al pasado. Tomó la decisión de cerrar la Cicig, muy bien. Pero lo hizo mal, en lugar de rodearse de representantes de la sociedad civil para generar un mandato de que las instituciones guatemaltecas tienen capacidad para resolver los problemas de corrupción, decidió darle la mano al pasado. Se rodeó de militares y desplegó un convoy del ejército alrededor de la Cicig. Con ese paso quedó claro, Guatemala vivirá 100 años de soledad más.

El pueblo esperaba una decisión. Una decisión que fortaleciera el futuro del país. Que mostrara claramente que la dirigencia, mostrara un poco de racionalidad. Que las instituciones civiles del Estado mostraran claramente el apoyo al presidente y el compromiso con la mayoría de la nación. Mayoría que aspira a un gasto del 10% del PIB en educación, un nivel de vida más alto, elevar la expectativa de vida, alcanzar a los líderes de América con un 95% de población alfabetizada, con mejores servicios de salud y el respeto a la naturaleza. En lugar de eso, el presidente falló. Se rodeó del pasado de violencia y represión para lanzar un mensaje que lo debilita. Mientras más fuerza usa el Estado más débil es. El Estado más fuerte de la región es Costa Rica.

La democracia del siglo XXI no puede fortalecerse con mensajes del pasado, sino con mensajes del porvenir. No queremos recuerdos del pasado, sino esperanzas del futuro.

Borges nos recuerda un diálogo de Óscar Wilde, “…la música nos revela un pasado personal que hasta ese momento ignorábamos y nos mueve a lamentar desventuras que no nos ocurrieron y culpas que no cometimos…” Ya olvidémonos del pasado, veamos hacia el futuro, o simplemente sigamos la tendencia de nuestra vida de Estado fallido y sigamos en el fondo del fango, entre los países menos desarrollados de la tierra.

En Guatemala se necesita un gobierno, que represente a la sociedad civil, no a los organismos de fuerza ideológica, comercial o armada. Necesitamos un gobierno, que inicie una historia orientada a fortalecer la educación, la saludo y el trabajo de calidad moderna. Un gobierno que refleje la sociedad civil buscando la protección del medio ambiente que se orgullo de todos nosotros, que fomente la innovación y la creatividad. Un gobierno con visión estratégica que busque la unidad en la diversidad.

Queremos una Guatemala con visión de convivencia y solidaridad, no el anacronismo de los galones y la violencia, de cualquier parte que esta violencia surja.

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